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18.1.11

Tierras Sangrientas.

Estoy perdido y enfermo,
desorientado en este desolado ambiente.
El cómo he llegado aquí escapa a mi memoria.
Este es un desierto con granos de escarlata profunda.
Se expande el horizonte y el cielo marrón enfermizo.
El fuerte vendaval pone pimienta en mi cara.
La arena sabe apestosa, la arena a sabe a sangre.
Salvajemente cruel es el árido espacio, la atmósfera es una niebla caústica.
Cada pensamiento me recuerda el dolor.
El polvo de sangre seca llena mis pulmones.
En el horizonte veo un abismo, un pulso distante comienza a latir.
De pronto un destello, fantasma del pasado,
visión del asesinato en masas, torrentes de sangre.
La visión pronto termina, el termo me llama.
Ando sin dificultad hacia el abismo,
escucho el líquido precipitado.
Mi mente no puede concebir la masacre que contemplo.
Un río infinito de cadáveres que flotan en su propia sangre.
El vértigo absorbe mi cerebro mientras mi cuerpo cae.
Un millón de cuerpos mirando fijamente,
esforzándose por sobrevivir, las piernas se flagelan en la sangre
aferradas a cuerpos decapitados.
Las manos de la muerte me jalan hacia abajo,
ahogándome en este río.
Los intestinos están vivos, como tentáculos te estrangulan.
La situación es desesperada,
cedo a la furia del río
Paralizado por el terror,
miles de esos pensamientos están entrando a mi mente.
Consciente en su nivel,
cada muerte tortuosa es experimentada al instante.
Ahogándose en su angustia,
la experiencia de sus muertes ahora satura mi mente.
Los cuerpos vengativos gritan.
Genocidio, genocidio, genocidio, genocidio...


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