las demás se marcharon, dejándola atrás, al Olimpo.
Se fue la Confianza, gran diosa, se fue de los hombres
la Cordura, y las Gracias, amigo, dejaron la Tierra.
Ya no hay juramentos de fiar entre humanos ni justos,
ni nadie demuestra respeto a los dioses eternos;
se ha extinguido el linaje de hombres piadosos; ahora
ni normas legales conocen ni aún la Piedad.
Mas en tanto uno vive y ve el brillo del sol,
conserve piadoso su fe en la divina Esperanza,
rece a los dioses y, al ofrecerles los grasientos muslos,
en sus sacrificios invoque, al comienzo y al fin, la Esperanza.
Guárdese siempre del torvo discurso de hombres injustos
que, sin recelo ninguno del ser de los dioses eternos,
de continuo a los bienes ajenos su vista dirigen,
y establecen infames apaños con ruines propósitos.
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